Cuando Mike Morrison dejó su pueblo natal en Fredericton, New Brunskwinck con destino a Calgary, Alberta, asumió que no volvería más, con excepción de alguna visita.
Morrison emprendía una ruta común para los canadienses de la costa atlántica quienes se dirigían hacia el oeste en busca de trabajo… pocos de ellos volverían a sus pueblos natales. Para ese momento Alberta estaba en franca expansión gracias a los elevados precios del petróleo por lo que para Morrison migrar hacia el oeste parecía una elección fácil. “Si me quedaba las opciones eran ser un maestro suplente o trabajar en un centro de atención telefónica”.
Cuando llegó a Alberta, Morrison tenía tres trabajos. Durante su tiempo libre comenzó a escribir en un blog para sus amigos en casa sobre su nueva vida en el oeste a la vez que recomendaba algunos programas de TV. Poco a poco, el Blog de Mike, Bloggity se convirtió en uno de los sitios web más importantes de Canadá y de pronto Morrison se encontró escribiendo una columna en el periódico local y presentándose de manera regular en programas de radio y televisión. Fue entonces cuando inició Social West, una firma de mercadeo digital basada en Calgary que no tardó mucho en expandirse a tres ciudades. Su identidad como figura pública siempre estuvo ligada a su ciudad adoptiva.
“Por un tiempo le decía a la gente que le pagaban por ser de Calgary”, luego en 2021 Morrison dejó la ciudad con destino a Halifax, Nueva Escocia… de vuelta al este.
Morrison y su socio son parte de una ola de gente joven muy capacitada que está revirtiendo las corrientes de migración interna en Canadá y, al hacer esto, están induciendo una reactivación económica que podría cambiar el destino de la costa atlántica, tan golpeada económicamente.
Al volver, la gente joven como Morrison encontró que en la costa atlántica de Canadá se ha estado desarrollando de manera silenciosa un robusto ecosistema de emprendimientos que han resultado en una docena de adquisiciones por parte de empresas como IBM y Salesforce, con un patrimonio que probablemente supere los cinco mil millones de dólares entre efectivo y acciones.
La historia de la costa atlántica de Canadá puede ser el punto de partida de planes para otras regiones rurales que buscan aprovechar el impacto que ha tenido el COVID-19 sobre la descentralización, dando un giro desde la economía basada en los recursos hacia la economía basada en el conocimiento.
Si nunca había pensado antes en la costa atlántica de Canadá, no es un caso aislado. De hecho muchos canadienses se refieren a Toronto como “el este” a pesar de que hay tan 1.900 millas entre Drake y The Weekends hometown así como entre St. John, Newfoundland y Labrador, los puntos más al este de Canadá y Norte América. Las cuatro provincias que conforman la zona atlántica de Canadá (New Brunswick, Nueva Escocia, Isla Prince Edward, Newfoundland y Labrador) son fáciles de obviar ya que son muy remotas. Conocida en Canadá por sus sosegadas ciudades costeras, las “fiestas de cocina”, huérfanos pelirrojos que suelen causar problemas y muchas langostas, la Costa Atlántica canadiense ha pasado por varias décadas difíciles.
Después del colapso de la industria de la pesca del bacalao en 1990, seguida por la migración de la industria de los astilleros hacia Asia, la zona atlántica de Canadá se definió a sí misma como la región “desprovista” de Norteamérica.
A pesar del crecimiento en los años de la posguerra gracias a la abundancia de recursos naturales, desde los años 90 esta región ha estado viendo cómo sus jóvenes migran hacia los campos petroleros de Alberta en el oeste en busca de trabajos manuales o hacia Toronto y Montreal para optar por puestos administrativos.
Pronto, la narrativa de la mala fortuna de la región se consolidó. Stephen Harper, el primer ministro del país entre 2006 y 2015 llegó a decir a manera de broma que la región sufría de “una cultura de derrotismo.” La retórica de la muerte de la región costera se convirtió en una profecía cumplida.
De pronto durante la pandemia todo cambió drásticamente. En Septiembre de 2020, La compañía de gestión de datos sobre el bienestar Kinduct con base en Halifax fue adquirida por mCube, más tarde, en Noviembre de 2020, la compañía Verafin con sede en Newfoundland fue comprada por Nasdaq por $2.75 mil millones. Más tarde en 2021 una firma ubicada en la Isla Prince Edwards conocida como ScreenScape Networks fue adquirida por Spectrio a cambio de una suma de dinero que nunca fue revelada, acto seguido la plataforma de historias y narración de Halifax Wattpad fue comprada por Naver en una operación de 600 millones de dólares. En resumen, a lo largo de cinco meses se llevaron a cabo cuatro transacciones millonarias en el campo de la tecnología las cuales involucraron a empresas de la zona atlántica de Canadá.
Quienes lo veían desde afuera estaban sorprendidos por el repentino resurgimiento de la región pero en realidad el momentum se había estado preparando desde hacía ya algún tiempo. El escritor especializado en negocios Gordon Pitts catalogó el 2011 como el año en que cambiaron las reglas del juego para los emprendedores ubicados en la zona atlántica. En su libro “Unicornio en el Bosque: Como los Geeks y Soñadores de la Costa Este están Cambiando las Reglas del Juego,” Pitts describe cómo en Marzo de 2011 Salesforce adquirió la empresa de monitorización de redes sociales Radian6 con sede en New Brunswick por aproximadamente 300 millones de dólares. Más tarde, en Noviembre de ese mismo año IBM compró otro emprendimiento ubicado en New Brunswick, una empresa de seguridad informática conocida como Q1 Labs, desembolsando la suma de 600 millones de dólares. Si alguien consideraba que la venta de Radian6 era un fenómeno aislado, el éxito que tuvo casi de inmediato Q1 Labs demostró que allí estaba sucediendo algo a tener en cuenta.
En circunstancia normales se podría esperar que Radian6 y Q1labs desaparecieran dentro de los suburbios de Cambridge o Marin Country, pero eso nunca sucedió ya que en lugar de mudar sus adquisiciones más recientes, tanto Salesforce como IBM abrieron oficinas de ingeniería en Fredericton. Verafin sería la siguiente firma en entrar a la escena: en la nota de prensa donde se anunció la compra Nasdaq se comprometió a mantener la sede de la empresa en Newfoundland, invirtiendo en la universidad local y contribuyendo al desarrollo del ecosistema local.
Los otros casos excepcionales de Q1 Labs y Radian6 ahora estaban rodeados de otras experiencias similares dentro de un ecosistema autosustentable. Según Peter Moreira, fundador de Entrevestor, una publicación que ha monitorizado la escena de emprendimientos de la Costa Atlántica de Canadá desde 2011, este ecosistema ha atraído más de mil millones de dólares en inversiones distribuidos entre 700 compañías y creando más de 6.000 empleos directos por lo que ahora se fundan aproximadamente 100 empresas nuevas cada año en campos tan diversos como ciencias biológicas, tecnologías limpias y tecnología oceánica.
Las firmas VC se han dado cuenta y entre los inversionistas relevantes que han puesto sus ojos en la costa atlántica canadiense está Breakthrough Energy Ventures, un fondo auspiciado por Bill Gates, Jeff Bezos y Richard Branson. De hecho lo más resaltante de las adquisiciones más recientes es su diversidad en lo que a campos del conocimiento se refiere así como su alcance, abarcando áreas muy diversas que van desde la gestión de datos de transacciones fraudulentas con tarjetas de crédito o fitness hasta tecnología de video.
Sandy Bird es uno de los protagonistas de la resurrección de la economía de la zona atlántica de Canadá a partir de las industrias tecnológicas. Sandy es parte de los fundadores de Q1 Labs, quien luego de la venta se convirtió en el CTO de la división de seguridad de IBM. En 2017 Bird y el ex-CEO de Q1 Labs fundaron una nueva compañía de seguridad informática, esta vez orientada a los datos en las nubes públicas. La empresa conocida como Sonrai Security ha captado hasta el momento cerca de $40 millones en capital de riesgo. Bird se siente orgulloso de haber vivido siempre dentro de un radio de 30 minutos y haberle demostrado al mundo que su emprendimiento anterior no fue un evento único y fortuito.
Según Bird en IBM estuvieron muy complacidos de mantener una división de ingeniería en New Brunswick porque la calidad de los ingenieros en el área es muy alta mientras que el desgaste de los empleados, uno de los principales obstáculos para cualquier empresa que crece rápidamente en el competitivo mercado laboral del área de la bahía de San Francisco, es baja. La zona atlántica de Canadá es un lugar donde la idea de una “compañía y su gente” sigue viva y prosperando.
Bird señaló que “gracias a nuestra elevada tasa de retención somos capaces de construir una cultura corporativa que logra sobreponerse a cualquier desventaja que pueda estar asociada a un mercado laboral más pequeño”, además puntualizó que la zona horaria de la región es ideal ya que permite una comunicación efectiva tanto con Europa como con el resto de Norteamérica.
Además fue muy honesto sobre las deficiencias del área; por ejemplo, las conexiones aéreas hacia la costa atlántica de Canadá pueden ser complicadas al punto que llegar a ciudades como Denver puede tomar un día entero y múltiples conexiones. Sonrai Security por ejemplo tiene a su equipo principal de ingenieros en Fredericton mientras que el departamento de mercadeo y ventas se encuentra en Nueva York, sin contar con los múltiples vendedores regionales distribuidos a lo largo y ancho de Norteamérica.
En términos de iniciar una compañía, el ecosistema local puede aportar todo lo necesario para comenzar un emprendimiento, pero superar la Serie B y subir a las ligas mayores exige que se pueda tener acceso al capital de riesgo en los Estados Unidos. Otro reto es poder contratar personal lo suficientemente rápido como para satisfacer las demandas de una compañía de tecnología en franco crecimiento. Aunque este tipo de firmas pueden reclutar recién graduados y nativos de la zona atlántica de Canadá que han migrado y desean volver, Bird destacó que Q1 Labs abrió una oficina paralela de ingeniería en Belfast – Irlanda para aumentar la capacidad de reclutamiento.
Entonces, ¿Cuál es la expectativa para otras regiones rurales que esperan copiar el modelo de la costa atlántica canadiense generando empleos relacionados con la tecnología? Hablando con los conocedores del tema, todos coinciden en que el bajo costo y la elevada calidad de vida permiten a los emprendimientos tanto atraer como retener al talento humano. En segundo lugar, una actitud de agradecimiento hacia la inmigración ayuda mucho. Incluso antes del COVID-19, Canadá capitalizó la ansiedad en torno a las políticas migratorias de los Estados Unidos para lanzar un programa piloto de visas con la finalidad de atraer emprendedores y portadoras de visa H1-B desde los Estados Unidos, algo que muchos consideran que ha sido una ventaja estratégica para las provincias costeras.
El reciente éxito de la región atlántica de Canadá se debe en parte a una actitud proactiva por parte del gobierno. Después de años de iniciativas económicas fallidas tanto el gobierno federal como los líderes provinciales han encontrado fórmulas para impulsar nuevas empresas a través de concesiones así como fondos en calidad de préstamo o subsidios.
Los emprendedores consideran que el IRAP, el Consejo Nacional de Investigación del Programa de Asistencia e Investigación Industrial de Canadá es una pieza clave para conseguir los fondos necesarios que permitan cubrir los salarios del personal y los contratistas. Otra agencia del gobierno federal, la Atlantic Canada Opportunities Agency (ACOA) [Agencia de Oportunidades en la Zona Atlántica de Canadá], aporta fondos con montos que van de los CA$500,000 a los CA$3 millones (aproximadamente $400,000 USD a $2.4 millones de USD) a través de su Fondo de Innovación Atlántica (AIF por sus siglas en inglés). Cada uno de los cuatro gobiernos provinciales tiene su propio programa de incentivos el cual incluye subvenciones y subsidios salariales, así como incentivos para inversionistas privados.
A pesar de estos programas gubernamentales, los emprendedores sostienen que el modesto éxito de la región se debe principalmente a la participación del sector privado. Cada provincia tiende a tener un patrocinador/animador que impulsa los emprendimientos locales a través de inversiones, asesoría y conexiones. También es notable el acceso a las historias de éxito de los protagonistas de la región. En un lugar donde las demostraciones ostentosas de riqueza están proscritas, los fundadores exitosos son fáciles de contactar y siempre están encantados de dar consejos, facilitar contactos y en algunos casos capital. Otro punto que vale la pena destacar es que la combinación regional de 16 universidades públicas y privadas egresa talento humano con múltiples habilidades gracias a los programas STEM y de humanidades.
A pesar de estos pequeños avances, los obstáculos abundan y queda por verse si los políticos así como los responsables del diseño de las políticas públicas pueden generar las condiciones para retener a los emprendedores audaces. Mientras países como Irlanda y Estonia han reescrito sus códigos de impuestos corporativos para alentar a las compañías de tecnología a abandonar sus emplazamientos habituales por ser menos ventajosos; la región atlántica de Canadá sigue teniendo impuestos y gravámenes superiores a los de los estados vecinos de EE.UU. En el pasado los centros de innovación confiaron en la proximidad física para construir redes de capital humano y social. Como región, la zona atlántica de Canadá se extiende por 500.000 kilómetros cuadrados (193.256 millas cuadradas), siendo difícil acceder a gran parte de su territorio el cual además no se encuentra bien conectado con el resto del mundo.
Habiendo hecho el trabajo duro de darle a la región una nueva retórica así como un sentido renovado de autoconfianza, muchos emprendedores esperan que finalmente se de una transición desde el decadente modelo de la economía basada en los recursos. Ellos quieren crear un mundo donde los pobladores ambiciosos de la Canadá Atlántica no necesiten debatirse entre quedarse cerca de su casa o alejarse de ella en busca de una carrera exitosa.
Hay razones para tener esperanzas. Con cada negociación los futuros emprendedores tienen una nueva historia de éxito que explota como una supernova y se convierte en la materia prima para nuevas inversiones de riesgo. Luego con cada una de estas inversiones la red regional de emprendedores construye el capital social que favorece la siguiente ronda de inversiones. Con cada innovación aumenta el conocimiento y la experiencia de la región.
Y con los patrones de migración tradicionales de la zona atlántica de Canadá cambiando de dirección, con trabajadores que vuelven en busca de mejor calidad de vida a un costo más bajo en pequeñas ciudades con hermosas vistas de la costa, la disponibilidad de talento humano solo puede presentar una tendencia hacia el crecimiento.
En el mundo post-COVID el talento puede ir a cualquier parte por lo que la proximidad ya no es un requisito para construir empresas con estándares de desempeño elevados; sin embargo para replicar el modelo de la Canadá Atlántica las zonas rurales tienen que ofrecer más que un costo de vida más bajo dado que los precios de la vivienda rápidamente aumentan conforme se incrementa la demanda.
El modesto éxito de la región atlántica de Canadá se puede resumir como el resultado de fomentar un ecosistema altamente colaborativo que incluye empresas, universidades, inversionistas y gobiernos para asegurar que el capital humano, social y financiero esté disponible para impulsar el surgimiento de nuevas compañías. Solamente construyendo un ecosistema como ese se podrán crear modelos económicos donde en lugar de que el talento esté buscando la oportunidad, las oportunidades estén buscando al talento.